Libre albedrío



El tema de esta entrada es el libre albedrío, esa insistente sensación de ser los autores de nuestras acciones, la voluntad. 

El libre albedrío existe pero sólo como una percepción, una ilusión, no es una capacidad. No hay que dramatizar, también el arcoíris es una doble ilusión, cuando lo vemos no hay un arco realmente ahí afuera, ni tampoco hay nunca colores ahí afuera, pero no dejan de ser hermosos por ello.

El plan es argumentar contra la existencia del libre albedrío desde dos puntos de vista independientes, el de la ciencia física y la más subjetiva introspección. 

Introspección. Se dice que los que profesan la existencia del libre albedrío es por falta de instrospección, que podemos entender como la capacidad de ser testigos, de darnos cuenta de nuestros procesos mentales. Por eso empiezo por aquí, aunque naturalmente los argumentos más sólidos quizás sean los de la visión científica. 

Señalar que la libre voluntad suele ir unida a la idea de conciencia y de razón. Podríamos decir que una decisión a la ligera, una corazonada, un arrebato, cualquier asunto decidido fuera de la conciencia lo podemos dejar fuera del libe albedrío y convenir en que son actos determinados por condiciones previas o mecanismos en nuestro interior fuera de nuestro control. También podemos dejar fuera las decisiones triviales que se toman de forma mecánica aplicando un algoritmo, como por ejemplo: el más barato, o lo contrario de lo que digas. 

Podríamos poner como ejemplos algunas de aquellas pocas decisiones importantes de nuestra vida, pedir-aceptar matrimonio o equivalente, comprar o alquilar una vivienda o un automóvil, elegir una carrera o una profesión. Son decisiones conscientes y normalmente muy meditadas. Pero valdrían también ejemplo más ligeros y cotidianos, ¿me levanto de la cama ya o espero un minuto más?¿Qué tomo de postre, fruta o tarta de chocolate? Siendo de menor importancia también son conscientes y razonadas, aunque sea rápidamente. 

En cualquier caso nos informamos, sopesamos las opciones, los pros y contras, imaginamos los resultados de las distintas posibilidades, y anticipamos lo que sentiremos si hacemos cualquiera de las elecciones. Note que cada opción se le presenta acompañada de los sentimientos que suscita, tan poderosos o más que la razones. Normalmente nos sentimos abrumados, hay tanto que desconocemos, pueden pasar tantas cosas. 

Y ahora obsérvense¿No ha notado esa brecha infinitesimal, ese suspenso en el aire del trapecista antes de agarrar el trapecio, esa tierra de nadie que media entre la deliberación y la conclusión? Algún filósofo lo llama el gap. ¿Y no han notado entonces que la decisión final les viene dada desde algún lugar desconocido en su interior? Como algo que súbitamente hace click y que se muestra en forma de una débil emoción, una sensación de seguridad, una promesa de felicidad que acunamos y que para protegerla pronto envolvemos en tiernas razones. Usted cree en su autoría porque las ve a aparecer en su conciencia como surgidas de la nada, cuando ha sido un simple paso del inconsciente al consciente. Las decisiones no son nuestras en el sentido racional-consciente, pero las adoptamos con el cariño y el fervor con que el Madaloriano adopta a baby yoda [1].

Imaginemos la elección de un postre tras una frugal y agradable comida, naturalmente en el caso más interesante de que el resultado de la elección sea dudoso, si usted lo tiene claro no hay libre albedrío que invocar. Enfrentado con las dos opciones, tarta de chocolate y fruta, literalmente le asaltan una serie de imágenes, recuerdos, y proyecciones a hechos futuros, que diría que ocurren con poco control por su parte. Quizás su salud, o la de alguien muy próximo, ha sufrido por una alimentación poco saludable, quizás lo proyecte compensar en el futuro con alguna sesión adicional de fitness, o alguna restricción alimentaria adicional, o apele a cómo se sentirá de bien si supera la tentación, o quizás dependa de lo que tomen los demás si está acompañado. Todo apareciendo de forma incontrolada, desordenado, quizás en el último momento recuerde que hizo una promesa, ¿pero y si no se acuerda, si algún elemento clave no acude a su memoria? Por que ¿tiene un control a voluntad de su memoria? 

¿Cómo se construye una decisión con esto?¿No dependerá de la imagen que le transmita más fuerza emocional en el último momento?¿No siente que la decisión se le escapa de las manos, que finalmente no es suya en el sentido en que se suele entender de forma tan inocente la libertad de elección?

Lo que me importa decir es que algo dentro de usted ha decidido por usted. Usted, lo que usted cree ser, no ha decidido nada, es el testigo, el mecenas. La decisión ha ocurrido o le ha ocurrido. Lo mismo que usted no tiene ningún control sobre nada de la actividad química y biólogica que ocurre incesantemente para que su cuerpo siga vivo. ¿Es una decisión suya que al detectar un déficit de agua en las células, su organismo libere vasopresina al torrente sanguíneo para disminuir la pérdida de agua en la orina, a la vez que usted tiene la sensación de sed? 

Esta ilusión de control debe de ser una ventaja evolutiva, lo mismo que la conciencia. Sentirse dueño de sí mismo y con control de sus actos debe de favorecer al que lo disfruta, quizás haciéndole más seguro, confiado, atrevido, más osado, lo que seguro es una ventaja para sobrevivir, bien sea en el Serengueti o en el patio del colegio. Creerse el dueño de uno mismo suele implicar ser más feliz, lo que no deja de ser un indicativo de que las cosas van bien, lo que a su vez coopera en que sigan yendo bien. 

Ciencia y determinismo. Abordemos la misma idea desde otra perspectiva. Grosso modo en ciencia sólo hay dos teorías sobre la evolución de un sistema, sobre cómo cambia con el tiempo. Una dice básicamente que el estado del universo en cualquier momento del pasado determina completamente su estado en cualquier momento del futuro. Es decir determinismo puro y duro.

La segunda plantea una excepción a esta ley y dice que en determinadas circunstancias el sistema experimenta un cambio súbito y aleatorio. Lo que se llama colapso cuántico, o reducción del sistema. La clave es que ese cambio no depende de nada, es pura aleatoriedad, pura imprevisibilidad. Ninguna instancia del universo, no importa lo que sepa, toda la información que tenga, o lo poderosa que sea, puede predecir el resultado. Decir que es Dios jugando a los dados se queda muy muy corto. Lo discutiremos luego, pero no pasa nada por admitirlo.   

Ninguna de estas teoría deja sitio para el libre albedrío, ni para la voluntad. No hay sitio para un usted que pueda intervenir en la dinámica de las cosas. Usted es un mero testigo de un futuro predeterminado por el pasado, o de un puro azar que para nada cuenta con usted.

Incidentalmente, hablando de pasado. La reversibilidad microscópica de las leyes de la naturaleza establece una buena simetría entre pasado y futuro. Uno puede resolver la dinámica imponiendo ciertas condiciones iniciales en el pasado, lo mismo que imponiendo ciertas condiciones finales en el futuro, o incluso condiciones mixtas. Desde este punto de vista, decir que el futuro depende de nuestras decisiones es tanto como decir que el pasado depende de nuestras decisiones. 

Lo dice mucho mejor Tuomas K. Pernu  en su artículo Can physics made us free?:

...there are also appeals to the fact how the fundamental laws of physics are assumed to be symmetric under time reversal, and how in current (relativistic) physics time is not treated as an external parameter. This is a very important point, and although this is no news to philosophy of physics, these issues have not been receiving the attention they deserve in discussions related to free will. ... it would now appear that affecting the future and affecting the past are on a par with each other. That is, if the past-future asymmetry that we perceive is illusory (from the perspective of fundamental physics), then it is no more absurd to think that we can change the initial conditions of the universe than it is to think that we can change the future events......[as expressed by C. Hoefer in Causal determinism. The Stanford Encyclopedia of Philosophy.there is no support in physics for the idea that the past is ‘fixed’ in some way that the present and future are not, or that it has some ontological power to constrain our actions that the present and future do not.

Libre albedrío cuántico? Se invoca muchas veces la teoría cuántica al rescate de muchas causas perdidas. En este contexto insistimos en que la aletaoriedad cuántica no implica ningún libre albedrío, porque la elección racional y consciente, la mejor versión quizás de la voluntad más allá del apetito o el capricho, es precisamente lo contrario de la aleatoriedad.  

Rizando el rizo, algún filósofo plantea desligar la indeterminación cuántica, entendida como que el pasado no determina el futuro, de la aleatoriedad. 

Parece difícil. Si admitimos que el estado actual del universo, en toda su gloria, no determina su estado futuro, es que hay que añadir algo para saltar del pasado al futuro. Pero precisamente, por lo que acabamos de decir, ese algo no puede ser nada que haya en el universo, que por definición es todo cuanto hay. ¿Qué queda entones? Sólo aleatoriedad pura. 

Ser determinista. La invocaciones al determinismo suelen ir paradójicamente acompañadas de exagerados dramas conductuales y éticos. Paradójicamente, porque si algo debería concluirse del determinismo es que todo va a seguir más o menos como hasta ahora, como consecuencia de la aplicación de las leyes naturales al estado actual del universo. Mucho mas inquietante es el libre albedrío. 

De las leyes fundamentales, tan universales como alejadas de nuestra experiencia diaria, se siguen otras leyes más débiles, pero más cercanas, que se tienen que seguir cumpliendo, como que el fuego quema, el que no llora no ha vivido, el pez grande ayuda al chico,  los Lannister siempre pagan sus deudas, y al que a buen árbol se arrima mal rayo le parte. La ética y la justicia siguen en vigor aunque no crea en ellas. Todas la leyes del devenir humano y social se van a cumplir, están operativas. Cuando el camarero le pregunte qué quiere tomar no valdrá que le diga que usted es determinista. Si en su destino está que le toque la lotería tendrá que jugar, si en su destino está ser campeona de atletismo tendrá que entrenar.  Tendrá que comportarse como si tuviera libre albedrío.  Y quizás esta sea la clave, el libre albedrío existe porque es fingido. 

Además, el determinismo tiene sus ventajas, una cierta disminución del dramatismo existencial [2], una invitación a contemplar el fluir del universo, sabiendo que somos unos hilos en el telar del ser, un uno con todo. Que lo que es no es capricho de la voluntad, ni ciego azar, sino el justo y exacto despliegue de lo necesario. 

Lo que no está en los escritos. En las animadas charlas en la que tengo el placer de compartir puntos de vista convergentes y divergentes [broma óptica] con gente sensible y reflexiva, prevalece generalmente una interpretación del determinismo del tipo en la que todo estaría escrito en una especie de guión cósmico que nosotros simplemente obedecemos ciegamente y sin saberlo.  Pero hay otra visión que creo que es más fructífera. La de que en este universo hay una serie de leyes físicas, químicas y biológicas convenientemente elucidadas por las respectivas ciencias. En esas circunstancias cuando distintos elementos naturales se encuentran y relacionan a partir de cierto estado inicial interaccionan de acuerdo con esas leyes y producen un nuevo estado final en el que sus estados y relaciones habrán cambiado. La ciencia y la vida ordinaria razona convenientemente esos procesos en términos de causas y efectos con todo el peso de la lógica, la razón y la matemática. Eso se llama evolución.


Podemos decir que en lugar de estar todo escrito, lo que ocurre ahora y ocurrirá después, lo mismo que lo que fue antes, es una pura y simple evolución, el desarrollo del algoritmo del universo. Lo que sucede no está escrito, lo que sucederá nadie lo sabe, porque para saber qué va a ocurrir dentro de una hora habría que conocer el estado del universo desde su comienzo, y eso sólo lo puede saber el universo entero, y sólo el universo entero puede hacer el cálculo, y para hacer el cálculo de lo que ocurrirá dentro de una horas necesita precisamente una horas de cálculo. Una hora de evolución.


Como ejemplo de la diferencia entre las dos visiones. Imagine que va a trabajar con la serie de Fibonacci. Para ello una opción es escribir toda la serie en un cuaderno infinito, que sería la versión del todo está escrito. O bien puede tener toda la serie en un simple algoritmo, tres líneas de código con la relación de recurrencia o la función generadora, o una linea con la  fórmula de Binet. Y cuando necesite la serie sólo tiene que ejecutar el algoritmo o la fórmula, es decir dejarla desplegarse o evolucionar. 


El determinismo no deja de ser decir que somos objetos naturales que por tanto estamos constreñidos a seguir la leyes naturales. Es sólo eso. ¿Cómo podría ser de otra manera?


La libre voluntad no es más que un sentimiento que por alguna razón es favorecido por la evolución, como ejemplo de leyes naturales que estamos obligados a obedecer.  Que sea un sentimiento es algo que quizás pueda ilustrar muy bien alguna de sus amistades, familiares o compañeros. Seguro que conoce a alguien que cree que todo es obra suya, que gracias a él y sólo a él todo existe y marcha como debe.  


No es descabellado pensar [lo dice un calvo que piensa poco] que la ilusión del libre albedrío sea el resultado inevitable de una dinámica compleja obediente de férreas leyes biológicas deterministas y un poco-mucho de azar si quiere. La idea sería que los humanos que se sienten agentes libres responsables de lo que ocurre tienden a comportarse de forma que acaban teniendo mayor éxito reproductivo y por ello transmitir a su descendencia el valor de esa ilusión. Es natural que tener unas ideas u otras pueda favorecer o perjudicar la supervivencia. Por ejemplo, los que creen que pueden volar suelen morir jóvenes sin posibilidad de reproducirse. 


Una nota histórica. Tomada de The fire within the eye, a historical essay on the nature and meaning of light, por David Park [por cierto, qué maravilla de título...the meaning of light...] sobre los avatares de Galileo con la iglesia. Copio: 

Pope Paul died and was replaced by Urban VIII Barberini, an old friend of Galileo, who saw the point at once. When Francesco Niccolini, the Tuscan ambassador to Rome, tried to help Galileo's affairs by remarking that God at least might have built the universe on the Copernican plan, Urban would not listen. "Red in the face, he replied to me that the blessed God is not to be necessitated, and I, seeing him so enraged, did not wish to dispute him on matters of which I knew little." While Galileo stood up for freedom to discuss scientific issues, the Pope was battling the heretical notion that God had created a system which now runs independently of his will and pleasure, That possibility suggests questions, each more dangerous than the last: are human beings, as radical astrologers were suggesting, so much a part of the cosmic machine that every choice they make is programmed in advance? And if the machine runs without God's aid, why could it not also exist without him? That Galileo had continued to teach that the planets circle the sun was hot the only reason that Urban wanted him to stop talking.

De alguna forma el papa Urbano viene a representar la reacción que suelo encontrar en los demás a mi reivindicación determinista, salvo que sustituyen a Dios por ellos mismos. ¿Cómo es que la naturaleza puede funcionar por ella misma con independencia de nuestra voluntad? Y si nosotros mismos somos naturaleza [What else? que dice mi hermano, el feo de los Clooney] ¿quiere decir que somos una parte de una máquina programada?.....Veo en los demás una incredulidad de príncipe de la iglesia. Y las razones para estar del lado Galileano son ahora las mismas que antes, la certidumbre matemática de las leyes que gobiernan el universo, ¿y no es el universo todo cuanto hay?

¿Cómo se podría entender el libre albedrío? Quizás lo más paradójico es que el determinismo, complementado por la aleatoriedad cuántica si así les place, es más fácil de explicar y entender que el libre albedrío, sin ninguna duda. 

El determinismo por ejemplo tiene un clara realización experimental que lleva practicándose  desde que hay ciencia. Los experimentadores están acostumbrados a la aleatoriedad, causada por multitud de minúsculos factores incontrolables que inevitablemente afectan a cualquier experimento, y que constituyen la llamada incertidumbre o indeterminación estadística, accidental o aleatoria. Es relativamente molesta, pero fundamentalmente inocua, y se contrarresta repitiendo el experimento de forma que con cada repetición el efecto resalta más sobre el fondo de ruido, lo que se llama cociente señal/ruido.  

Pero a lo que están particularmente atentos porque es un asunto más serio, es a lo que se llama error sistemático, que ocurre precisamente cuando falla el determinismo, cuando el recuento de las condiciones iniciales no conduce al resultado observado. Concluyen entonces que hay algún factor que no ha tenido en cuenta y que debe restaurar el determinismo.  Puede ser evidencia de un mal diseño del experimento y también puede ser una herramienta infalible de nuevos descubrimientos. Un ejemplo bonito son las, en un momento dado, anomalías en la órbita de Mercurio, que llevaron a la invención de un fallido planeta desconocido, Vulcano [3], y finalmente tuvo que esperar teoría de la gravitación de Einstein para que se restaurara el determinismo. 

Y ahora intente imaginar una prueba a experimental del libre albedrío. Quizás en este punto nos venga a la mente alguna definición de libre albedrío del estilo: la capacidad de, en las mismas circunstancias, haber podido obrar de otra manera [4]. Nótese el carácter contrafactual típico de estos contextos, incluida la causalidad [5], y que lo aleja de forma decidida de la observación empírica. Es una formulación un poco desafortunada en varios aspectos. Por un lado un generador de números aleatorios cumple la definición, con lo que habría que excluir la aleatoriedad. Pero si restringimos libre albedrío al resultado de la más pura deliberación racional ¿por qué en las mismas circunstancias iba a obrar de otra manera? Sería irracional, y Mr. Spock estaría de acuerdo conmigo. 

Es decir, que la clave del libre albedrío estaría en un “podría” que nunca se materializará, es una simple sensación de poder, hago esto pero podría hacer otras cosa, salvo que nunca lo comprobaremos. Digamos que usted hace lo que quiere, pero no sabe por qué quiere lo que quiere, eso no está en su mano.  

He compartido felizmente mi fe determinista con gente valiosa y querida, de buena y sensible inteligencia, maestras en fértiles dudas y amable conversación. Encuentro frecuentemente reacciones apasionadamente opuestas a la idea del determinismo, a lo que naturalmente cualquiera tiene todo el derecho, faltaría más.

Pero echo en falta una defensa del libre albedrío o libre voluntad fundada en algo más que un sentimiento. Aquí el diccionario no ayuda mucho, la verdad, al referirse al libre albedrío como voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho. Pero qué vamos a decir de los diccionarios. 

Por eso espero de los partidarios del libre albedrío una sencilla explicación de lo que sea la voluntad y cómo encaja en el mundo físico. No vale decir que está fuera del mundo físico o que está en una física todavía por descubrir. 

Por mi parte, siempre propenso y deseoso de estar en los lados de una discusión, cada vez que intento racionalizar la voluntad no llego a nada que no sea un fuerte mareo. Intento imaginar la voluntad en un proceso dado de decisión como una agencia intermedia que media entre las condiciones iniciales y el resultado, la decisión final. Para ello entiendo que en las condiciones iniciales participa nada menos que todo el universo, lo conocido por nosotros tanto como lo que no, lo que sea interno como externo a nosotros. 


Naturalmente cualquier decisión que tomamos en la vida viene influida por las condiciones iniciales. Por ello me refiero por voluntad aquí a aquella parte del proceso de decisión que no viene determinado por las condiciones iniciales, que es puramente la voluntad libre del agente que toma la decisión.


En este planteamiento, la voluntad no es una condición inicial, que sería simplemente mover el problema a un paso anterior. Siendo libre la voluntad no puede depender de las condiciones iniciales, en el sentido que he comentado en el párrafo anterior. Diría incluso que siendo libre es la voluntad es independiente de mí, puesto que mi ser no deja de estar en el universo y por tanto mi estado antes de que actúe la voluntad no deja de ser una parte de las condiciones iniciales. 


¿Entonces de dónde surge la voluntad?¿A qué obedece? Ante una repetición de las condiciones iniciales ¿la voluntad haría lo mismo? En caso afirmativo volvemos al determinismo. En caso contrario al azar. 

Es decir, que el carajal en que la voluntad me mete es mucho más difícil de entender que el determinismo.  

Como dice Denis Overbye en este artículo periodístico:

The traditional definition [of free will]  is called "libertarian" or "deep" free will. It holds that humans are free moral agents whose actions are not predetermined. 

This school of thought says in effect that the whole chain of cause and effect in the history of the universe stops dead in its tracks as you ponder the dessert menu. At that point, anything is possible. Whatever choice you make is unforced and could have been otherwise, but it is not random. You are responsible for any damage to your wallet and your arteries.

"That strikes many people as incoherent," said Silberstein [Michael Silberstein, a science philosopher at Elizabethtown College in Maryland], who noted that every physical system that has been investigated has turned out to be either deterministic or random. "Both are bad news for free will," he said. So if human actions can't be caused and aren't random, he said, "it must be - what - some weird magical power?"

People who believe already that humans are magic will have no problem with that. But whatever that power is - call it soul or the spirit - those people have to explain how it could stand independent of the physical universe and yet reach from the immaterial world and meddle in our own, jiggling brain cells that lead us to say the words "molten chocolate".

Colapsos. Aunque la hemos admitido como cierta, la idea de colapso o reducción abrupta e impredecible del sistema incluida en la versión de Copenhagen de la teoría cuántica no deja de ser controvertida y cuestionable. No hay física en ella que la explique, es una receta que postula lo que debe ocurrir en ciertas situaciones llamadas medidas u observaciones, sin que se estipule en qué consiste exactamente una medida. La falta de física es más perdonable que erigirse en excepción caprichosa de la evolución determinista que opera por defecto. Porque fuera de esa instancia caprichosa la teoría cuántica es tan determinista como la teoría clásica en el sentido especificado en estas notas. 

Más allá de Copenhagen, otras formulaciones evitan la excepción-colapso y extienden la evolución determinista cuántico a todo el rango de aplicación de la teoría, es decir a todo el universo, incluyendo los actos de medida/observación y sus observadores macroscópicos. Y de ello urgen de forma natural los multiversos o multimundos de Everett. El precio que hay que pagar por unificar toda la evolución en un único marco físico es la existencia simultánea de una bárbara infinidad de versiones paralelas del universo, de forma que en el conjunto de los universos está pasando todo lo que puede pasar aleatoriamente en la versión de Copenhagen, una cosa en cada versión, y con un usted distinto en cada uno de esos universos, en los que haya nacido y siga vivo, claro [6].  

Puede parecer poco razonable. Pero quizás la historia nos ha enseñado que nuestro problema suele ser que no nos tomamos suficientemente en serio nuestras propias teorías. Si la teoría cuántica bien desarrolla nos lleva a eso, será por algo, no parece sensato quedarse sólo con las partes de las teorías que más nos gustan y despreciar otras.  

La mayor parte de los libros, cursos consideran que Copenhagen es la versión triunfadora de la Eurovisión de interpretaciones de la teoría cuántica. Como contrapunto de que esto no es exactamente así, cierta aproximación a las opiniones de los que investigan los fundamentos de la teoría pueden verse en estas encuestas:

A Snapshot of Foundational Attitudes Toward Quantum Mechanics

The Interpretation of Quantum Mechanics: Many Worlds or Many Words?


Un poco más del colapso y sus tecnicismos. Siendo un poco más precisos, la aparentemente alocada teoría de Everett es de hecho el sustrato de cualquier aproximación física al colapso, por ejemplo mediante la idea de la de-coherencia. 

Supongamos que usted quiere medir/detectar una cierta propiedad, por ejemplo llamada espín, que puede estar para arriba, o para abajo, o en una superposición coherente de ambas, un estado puro [técnicamente un gatito de Schrödinger]. 

La forma estándar de medir es acoplando el sistema observado a un equipo de forma que si el espín está para abajo, el equipo-usted-universo pasa a un estado distinto que si está para arriba [7]. Lo abracadabrante es que cuando el sistema está en una superposición coherente de arriba y abajo, se mantiene la superposición coherente para el equipo-usted-universo, superposición coherente de usted habiendo observado un resultado y otro usted observando lo contrario [8]. El gatito ha crecido, sigue siempre en un estado puro, pero ya no es un gatito sino un tigre dientes de sable. En las fauces del tigre la posibilidad teórica de que los dos universos con sus dos usted distintos colaboren en la construcción del futuro de forma inseparable.

Los universos son muy difíciles de controlar y manejar, como sabe cualquiera que haya estado en una reunión de vecinos, demasiados grados de libertad, de los cuales observamos muy poquitos y el resto van a su bola. Por ello, a efectos prácticos, se describen sólo los grados de libertad que nos interesan, los demás se llevan al punto limpio. Y el efecto de ese descarte es que el estado del sistema pasa de puro a mezcla, con dos componentes que ya no se hablan, espín para arriba y usted que lo ve, y espín para abajo y otro usted que lo ve. Cada una de estas posibilidades crea su propio futuro en el que el otro no existe, ya no cooperan para construir un futuro para los dos.

Y aquí se dice que un estado mezcla equivale a la aleatoriedad de la teoría clásica. Y esto dicen que es el colapso de Copenhagen. Para nada. 

No lo es. Hay varias objeciones importantes. 

El paso de estado puro a mezcla es una operación de carácter práctico, la realidad sigue siendo el estado puro de dos universos, y por lo tanto su yo y su otro yo siguen allí, nada se ha cargado su otro yo [y lo mismo piensa su otro yo]. No se podrá comunicar con él, pero la teoría dice que está allí, igual que usted. 

Más aún, la aleatoriedad en la teoría clásica es desconocimiento, hay un usted o un otro usted encerrados en el laboratorio, pero sólo uno existe. Pero los demás que estamos fuera no sabemos cuál es mientras no sepamos el resultado del experimento, si para arriba o para abajo. Por eso antes de que usted salga del laboratorio mantenemos las dos posibilidades abiertas, por desconocimiento [9]. Si yo traduzco esto en el lenguaje matemático cuántico me sale un estado mezcla. Bien. Pero lo contrario no es cierto: que del tigrazo Shere-Khan de Schrödinger me salga un estado mezcla no quiere decir que haya un solo usted. Hay dos por el mundo, mejor dicho por los mundos. 

Los seguidores-cómplices de Copenhagen añaden a la de-coherencia el crimen. Se cargan sus otros usted. Que usted no se entere no es excusa [10]. 

Para terminar un bonito cuento, recogido en EconTalk de Russ Roberts:

Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado. Al poco rato volvió el criado, blanco y tembloroso, y le dijo: "Amo, hace un momento, cuando estaba en el mercado, me ha empujado una mujer entre la multitud, y cuando me he vuelto, he visto que era la Muerte la que me había empujado. Me ha mirado y me ha hecho un gesto amenazador. Préstame tu caballo y me alejaré de la ciudad y evitaré mi destino. Iré a Samara y allí la Muerte no me encontrará'. El mercader le prestó su caballo, y el criado se marchó. Entonces el mercader bajó al mercado y allí vio a la Muerte y le dijo: "¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado cuando lo viste esta mañana?" "No fue un gesto amenazador", contestó. Fue sólo un gesto de sorpresa. Me sorprendió verle en Bagdad, pues tengo una cita con él esta noche en Samara'.

Post Scriptum: Lo aquí contado se cuenta mejor en este fantástico vídeo de Sabine Hossenfelder, comunicado amablemente por Alejandro Caballero Domínguez:

You don't have free will, but don't worry

Anotaciones:

[1] Me gusta imaginar el proceso de toma de decisiones, por ejemplo entre dos alternativas, con el típico juicio con jurado de las películas. Usted es el juez, cada una de las opciones es la posición del fiscal y del defensor. Ambos usan razonamientos, pero sobre todo apelan a los sentimientos del jurado, como ese ángel y demonio que se nos presentan en cada hombro cada uno defendiendo su postura. Según mi abogado de ficción favorito, la única verdad es lo que se puede demostrar ante un tribunal. Terminada las últimas legaciones de fiscal y defensor el jurado se retira, empieza el gap. La conciencia queda atrás, ya ha cumplido su papel, y ahora el inconsciente-jurado hará la elección, y usted no sabrá cómo, no sabrá que es lo que finalmente inclinará la balanza a un lado o a otro, si es usted sin sábelo lo tenía todo claro o en su inconsciente se ha vivido una versión de doce hombres sin piedad. Cuando el jurado tenga la resolución se la dirá a usted, el juez, en su papel de convocador del proceso y garante de las formas. 

[2] Es una suerte no tener que hacerme a mí mismo, me habría quedado un churro peor del que ya soy, a duras penas puedo montar un mueble de IKEA. Tampoco anima ver el resultado de los que dicen que se han hecho a sí mismos, y no le deben nada a nadie.

[3] Efectivamente, el Vulcano de Mr. Spock existió durante un tiempo en la mente del algunos terrícolas.

[4] Recuerda cierta anécdota Zen. El maestro pide a los discípulos que den un paso adelante. Después les pide que intenten no haber dado ese paso. Una buena reflexión sobre el funcionamiento de nuestra mente plagada de contrafactuales. 

[5] Para uno de los campeones del razonamiento causal, Judea Pearl, el manejo de los contrafactuales es la cumbre del razonamiento humano y está en el corazón de nuestra idea de causalidad. 

[6] Vamos, que se lía parda. 

[7] Si le preocupa que algo diminuto pueda cambiar el estado del universo, piense en ese dicho tan célebre en nuestra época, aunque tomado de otro ámbito, en el que un batir de alas de una mariposa en Japón causa aquí un tornado. No se pueden imaginar entonces las consecuencias del post-partido de un equipo de rugby, lo que llaman el tercer tiempo.

[8] Vea aquí una discusión sobre superposiciones coherentes Zombis.

[9] Curiosa esta reducción del estado clásico. Pero es muy natural cuando probabilidad en la teoría clásica es desconocimiento, es decir, nuestro estado subjetivo de conocimiento. Cuando el investigador sale del laboratorio hemos ganado información y por ello nuestra incertidumbre se reduce, y nuestra idea del mundo y el propio mundo están más cerca. No ocurre lo mismo con el estado cuántico del sistema, que siendo puro contine la información máxima posible y es un estado objetivo [todos los observadores están de acuerdo], no hay ahí ignorancia que deba ser resuelta. Y curiosamente el colapso del estado hace que el estado final tras la observación no se parezca en nada al estado que queríamos observar, lo contrario que pasa con la teoría clásica. 

[10]  Cuando venimos al mundo no estamos enteros, pero con el tiempo nos vamos enterando.



  

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