Autoindagación
Hay un tema recurrente en cine y literatura: El investigador contratado para encontrar a un culpable que resulta ser el mismo investigador. Puede saberlo desde el principio, quizás obstruyendo el avance hacia el final inevitable, o puede averiguarlo sorprendido sobre la marcha.
La compleción de la aventura investigadora humana es el propio ser que somos. Toda la investigación científica es también investigación sobre nuestro ser. Somos el investigador que se investiga, a veces sin saberlo.
Imagino mirando con el ojo científico el origen del universo, para descubrir que estamos viendo la misma raíz de lo que somos. En ese primer momento, cuando nace el espacio, el tiempo y las mismas leyes que gobiernan este universo burbuja único, particular, irrepetible y contingente, en ese momento nace este mismo instante en el que estamos, tal y como es ahora. Nosotros ahora mismo no somos más que el desplegarse inevitable de esa flor de ser, existencia y presencia que llena todo, porque es todo de nacimiento.
Ya estábamos inscritos en ese primer instante, que sigue siendo este mismo, nunca ha habido más que un instante. Cuando lleguemos a ver ese momento veremos nuestro verdadero rostro, el que tuvimos desde siempre, antes de nacer, antes de que se conocieran nuestros padres.
Llegará el momento en que reconoceremos en todas las brillantes luces del universo los fragmentos con los que reconstruir el espejo inicial en el que ver por primera vez nuestro ser completo.
Toda investigación es autoindagación, somos la propiedad reflexiva del único ser.
La imagen de Marco contiene mucho de lo que quería decir: la mirada humana, llena de curiosidad científica en los anillos de interferencia de su pupila, y el efecto entre diana y espiral que lleva el foco de la visión al centro del mismo ojo que mira.
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