No soy yo, eres tú. La conciencia

 

Lo que parece nuestro yo es realmente un tú. No somos una persona que habita un cuerpo, somos conciencia, en el sentido de darse cuenta de lo que somos, nos habita un otro, no mi, no yo. Hagamos una breve historia inventada de la conciencia. Para que fuera la historia real habría que saber de eso, para lo que ya están Dehaene o Damasio por ejemplo. Lo que sigue es una especie de jugo de lecturas e introspección sobre el asunto.

Un buen día un homo experimentó un buen aumento del coco. Así son las cosas, por ejemplo Chomsky postula que esto ocurrió con el lenguaje, que le surgió de golpe a alguien en la cabeza, digamos que el primer homo Chomsky. Seguro que el resto de la tribu se quedaría pasmado cuando un buen día en lugar de con un par de gruñidos les saludó por la mañana con un ¿cómo están los máquinas? 

Ese homo con un incremento de cabeza quizás pensara, ¿qué hago con estas neuronas extra regaladas? El homo Chomsky las usó para hablar. Pues nuestro homo [seguramente tatarabuelo del homo Chomsky] decide dedicarlas  a crear la conciencia, ¿por qué no? 

Digamos que la conciencia es un sexto sentido, uno que percibe nuestros estados mentales. ¿Qué supone eso para nuestra vida?

Empecemos imaginando cómo éramos antes de ese cambio. Unos máquinas que diría el homo Chomsky. Nuestros objetivos eran los de todo bicho viviente, sobrevivir y reproducirse [tampoco ha cambiado tanto la cosa hasta nuestros tiempos]. Para ello, como otros colegas bichos, tenemos unos sentidos que nos informan del ambiente y  del grado de consecución de los objetivos, y tenemos unos mecanismos de respuesta automáticos que se encargan de optimizar los resultados en función del entorno y de otras posibles ligaduras. Con el tiempo los mecanismos de respuesta se van adaptando a las circunstancias cambiantes, siempre a la búsqueda del óptimo mediante prueba y error, como bien muestra el gato escaldado. 

La relación entre individuo y ambiente es un bucle, el individuo actúa sobre el ambiente y el ambiente sobre el individuo a través de los cinco sentidos y así sucesivamente. Funciona solo, nadie tiene que estar al mando. Piense en cómo funciona el caminar, ¿es usted consciente de todos y cada uno de los procesos involucrados en la locomoción? Ni por asomo, y aún así anda la mar de bien, mejor que si tuviera que estar al mando, que acabaría con usted en el suelo hecho una madeja de piernas y brazos.

Que todo sea automático no quiere decir que no haya vida interior y emociones que sentir y que manifestar, al contrario, ya que las emociones son parte de esos mecanismos. Un perro se alegra cuando ve a su colega humano que le trata bien, le alimenta y la da todo lo que necesita, pero no creo que recuerde con nostalgia que sus padres [del perro] eran pobres, y que gracias a su esfuerzo y sus valores ha alcanzado la élite canina, una vida dignamente perruna. 

¿Qué cambia al tener ese sexto sentido que nos da la conciencia? Que se abre un nuevo bucle, pero dentro del individuo, que lo conecta a él consigo mismo. La conciencia ve lo que ven los sentidos y ve nuestras sensaciones. La conciencia es darse cuenta. Veo la luz del amanecer acariciar las copas de los árboles y me doy cuenta de que lo estoy viendo. Esta es la parte del bucle que va del individuo a la conciencia. La parte que va de la conciencia al individuo hace que nuestros automatismos internos reaccionen, agrado, desagrado, juicios diversos en función de la adecuación de lo que ocurre a nuestros intereses vitales. [1]

Ese bucle interno puede ser una fuente continua de paradojas. El bucle original interno-externo es poco propenso a paradojas, dado el enorme desequilibrio entre el estado interno del individuo y el mundo exterior. Pero los ítems que conecta el bucle interno son muy parejos, yo y mi, digamos. ¿Quién es el que observa, quién el observado? Pero recordemos que las paradojas suelen ser indicativos de un mal enfoque del caso. Es muy tentador pensar que la conciencia es el yo, un agente que va a tomar control de la actividad mental, casi la idea de espíritu-alma o esas cosas. Creo que no. 

Queden claras dos cosas. Una es que la observación interna, la conciencia, no deja de ser una función de la misma mente. Parece ser que es una función del cerebro muy deslocalizada, que implica una activación coordinada de muchas áreas del cerebro a la vez, mientras que los sentidos ordinarios esté más localizados, quizás por ser mejor conocidos. La segunda es que este bucle-conciencia es un automatismo más. La combinación de los dos bucles ciertamente hace nuestra mente más compleja, más rica, pero no deja de ser un automatismo. Sigue sin haber nadie al mando. 

Algo importante es que este sexto sentido no es omnipotente, no percibe todo nuestro mundo interior. Por ejemplo, no somos conscientes de todos los automatismos involucrados en la locomoción por ejemplo. Lo mismo que cuando vemos no percibimos todos los detalles de la escena ante nosotros, solo aquellos que nos son relevantes de acuerdo con los objetivos comentados. Hay grandes y maravillosos experimentos psicológicos sobre esto, como el del gorila entre los jugadores de baloncesto. Pues igualmente la conciencia sólo será sensible a aquellos estados internos que sean relevantes para los objetivos vitales. ¿Y cuáles son esos estados internos relevantes? De hecho, entre gurús prolifera la idea de que sólo se puede tener un asunto en la conciencia a la vez, razón por la cuál la atención a la respiración es un ancla tan poderosa al aquí y ahora. Está idea está presente también entre los neourocientíficos bajo la idea de atención o espacio de trabajo. Como dice Thomas Metzinger  en El túnel del yo, ciencia de la mente y mito del sujeto:… la información consciente es ese subconjunto de información activa en el cerebro que requiere monitorización porque no queda claro cuál de las capacidades mentales deberá acceder a esa información a continuación…Uno deviene consciente de algo solo cuando no es capaz de saber qué escoger a continuación de su caja de herramientas mentales. Cuando usted hace una tarea por primera vez tiene que hacerla completamente consciente porque no sabe cómo hacerla. En cuanto la ha repetido el número suficiente de veces ya es capaz de hacerla inconscientemente. 

Este es un giro interesante. Con la conciencia el individuo puede afrontar interacciones con el entorno mucho más complejas, muy lejanas de los automatismos con los que venimos equipados desde hace millones de años gracias al bucle original. Por eso no tiene interés ser conscientes de los estados internos asociados al caminar, porque es algo que ya tenemos muy bien resuelto. Lo óptimo es que la conciencia se dedique a cosas complejas. Por ejemplo, no tenemos un automatismo evolutivo que nos resuelva qué oferta de trabajo elegir. La existencia de ofertas de empleo y la forma en que resolvemos la cuestión son ambas efecto de la conciencia. 

Entramos en el mogollón. Para ver cómo opera la conciencia obsérvese mientras toma una decisión, algo que puede hacer gracias a su conciencia. Usted observa en el mundo exterior los detalles de por ejemplo dos empleos, y a la vez observa como se siente al observar cada uno, y de repente se imagina allí, ejerciendo cada uno de esos empleos, con sus tareas, deberes, horarios, gratificaciones, etcétera. Si tiene experiencia también recordará cómo se ha sentido en el pasado en situaciones similares. Y mientras hace eso pude notar que experimenta todo un abanico de emociones de agrado y desagrado. 

El bucle interno le da la posibilidad de vivir en una realidad alternativa que incluye todas las posibilidades a las que se enfrenta. Un coliseo en la que posibilidades alternativas pelean a muerte en presencia del sus automatismos, que se alegran, sufren o celebran [ilustrado a veces como ese angelito y demonio que sentados en sus hombros le susurran dos modos de proceder completamente opuestos]. Una de las características fundamentales de la conciencia son precisamente los viajes en el tiempo, al pasado y al futuro. Observa sus recuerdos, y observa sus esperanza respecto al futuro, y las combina para anticipar cómo se sentirá ante cualquier alternativa de acción. Por eso los gurús de todas las religiones nos advierten que la realidad percibida es una ilusión, una construcción mental, un simulacro donde hacemos pruebas, tests. Lo nocivo es confundir eso con la realidad, el dar a ese coliseo el papel de realidad. Como dice Mark Twain: He tenido miles de problemas en mi vida, la mayoría de los cuales nunca sucedieron en realidad. O Borja Vilaseca: La causa de nuestros sufrimientos no tiene nada que ver con lo que pasa, ni tampoco con lo que pensamos acerca de lo que sucede. La verdadera causa de nuestro sufrimiento reside en creernos lo que pensamos acerca de lo que ocurre.

Con ese simulacro el bucle vuelve al individuo y sus automatismos del bucle original, que van a elegir cuál es la opción óptima, la ganadora, para lo que llevan millones de años de perfeccionamiento.

Lo mismo valdría para una actividad supuestamente más racional como hacer una integral por ejemplo. Observamos los recuerdos del pasado para ver si ya la hemos resuelto alguna vez o la hemos visto resuelta, vemos estrategias que hemos usado en el pasado y las lanzamos al coliseo en presencia de nuestros automatismos ocultos, que para alguien que hace integrales incluyen automatismos que se han creado por la exposición a las integrales gracias al primer bucle. Si esos automatismos no funcionan pasamos al modo espera, una ruleta entrenada va lanzando al coliseo de la conciencia pensamiento-ideas para que peleen hasta que surja la campeona. Cualquiera que se observe en este proceso verá que la solución, o viene del primer bucle por la experiencia, o aparece en nuestra mente de forma inesperada, una ocurrencia, un eureka, algo que se nos ocurre, no algo que ocurramos. Creo que si observa atentamente se dará cuenta de que las ideas surgen solas de su interior, sin origen consciente. Como tan bien dice Simon Weil, los pensamientos vienen a mí como por error. El lenguaje tiene un destello de inteligencia en la construcción se me ha ocurrido que… mucho más correcta que el he pensado que…

El resultado de su pensar  nos viene dado acompañado de un sentimiento de placer como recompensa. Y de paso le da otro regalito, el de hacerle creer que hay un usted que ha tomado la decisión. 


Es muy fácil que con este bucle de conciencia surja la idea, falsa, de individualidad, de que todo eso que pasa me pasa a mí, y que es ese yo el que piensa, imagina, y toma las decisiones, llenas de inteligencia, originalidad y gallardía, porque así hace usted las cosas, porque usted es así, único, original. No es cierto, hace tiempo que hemos abandonado la realidad, pero pensar eso le da gustito y se siente bien y listo para tomar más decisiones para su admiración y la de los demás. Usted puede ponerse una camiseta de rayas verticales azules y blancas con el número 10 a la espalda, y sentir orgullo y capacidades futbolísticas inauditas, pero eso no le convierte en Maradona, ni siquiera si usted es Messi.

El yo es una idea que nace porque es útil para los objetivos vitales. Estará de acuerdo conmigo que la evolución favorece a los que se sienten dueños de su destino, los que se sienten eficientes, seguros de si mismos, los que se arriesgan [no todos los que se arriesgan triunfan, pero todos lo que triunfan se arriesgan, es como la lotería, la inmensa mayoría pierden, pero si no juegas no ganas, la naturaleza es pródiga con us recursos y sacrifica a todos los que hagan falta, como los generales con sus soldados]. Lo puede observar ahora mismo a su alrededor.  

Usted es una ilusión conveniente, al servicio siempre de ese tú oscuro que porta su cuerpo [y del que lo que usted sea o no sea depende, así que cuide ese cuerpo y mente que le soportan]. Reconozca el juego y la ilusión. Juegue y obsérvese. Haga por un momento de su conciencia un observador de ese tú que vive en usted. Quítese del medio y haga de su conciencia un espejo en el que ese tú se observe y cual Dorian Gray quite el velo a su retrato. Hablamos de esto en otra entrada. Eso le llevará más cerca de la verdad de lo que ha estado nunca. Eso es lo que recomiendan gurús de todas las partes y tiempos, déjese de almas y de seres esenciales, o verdaderos sí mismos. Lo vemos más en detalles en esta otra entrada del blog.

Las flores sobre la hierba no tienen yo y no dejan de ser hermosas.

[1] Dicen que la maldad humana puede ser tan aterradoramente despiadada precisamente porque podemos presenciar nuestro dolor y por lo tanto imaginar el dolor que podemos infringir a los demás. 






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