Resort

Dicen buenos Gurús que para recorrer la senda de la iluminación no hace falta peregrinar a la India, ni retirarse a una cueva en el Himalaya, no es mejor una meditación en el Ganges que en tu calle en obras entre martillos neumáticos. Al contrario, podríamos incluso alabar las ventajas de lo inmediato, de lo consustancial a nuestra cultura. 

Por ejemplo, acabo de descubrir las enormes posibilidades espirituales de un resort de vacaciones. Me han tenido que explicar el significado del concepto, que vienen a ser un lugar donde mucha gente puede disfruta de sus vacaciones a la vez de forma completa sin la necesidad de abandonar el recinto, aunque naturalmente puede hacerlo. La unidad del conjunto es fundamental, cualquier división es sólo formal, por ejemplo entre comedor o piscina. Eso lo distingue de un pueblo de vacaciones, y lo acerca ventajosamente a una cárcel, un monasterio o un hospital. También es valioso que no huele a comida constantemente. 

En lo que sigue no hay ironía ninguna, ni mucho menos burla, lo que digo lo digo con el corazón y agradecido. 


En mi última y feliz estancia en uno de ellos me he dado cuenta de sus potentes recursos espirituales. La principal razón es la inevitable observación continua de miles de humanos reunidos en un solo lugar sin ningún propósito particular, o mejor dicho, con el definido propósito de no hacer nada, en cualquiera de sus formas en que eso se disfrace, y subrayado por el ir en chanclas y pantalón corto o bañador a todas partes en todo momento. Muy importante esa comunidad en el vestido, como en los monasterios, cárceles y hospitales. 


Cualquier idea previa y falsa que usted tenga sobre la individualidad, sobre el yo, queda allí demolida desde sus cimientos. Recordemos que un camino seguro a la iluminación es la observación objetiva y despersonalizada de uno mismo, que es el mismo ser de la conciencia y su realización experimental en forma de meditación. No es una tarea fácil, hay que trabajarlo un poco hasta darse cuenta de lo natural que es, tan cerca de nosotros que no cabe un camino según se dice. 


Un resort es una maravillosa autopista a la falsedad del yo, expresada a veces con ideas como la de vacuidad. La inevitable observación continua de los demás, de unos demás en ese estado de resort, equivale a la observación amplificada de uno mismo. Sólo tiene que darse cuenta de lo que está haciendo. Es maravilloso que un bufé libre sea un camino tan seguro a la libertad. Párese un momento en uno de ellos en un momento álgido del desayuno o la comida, observe y sienta de inmediato la unidad amorosa con el todo, en paralelo a la ilusión de la individualidad y del yo. Sus opiniones, creencias, valores, que con tanto celo, mimo y esfuerzo mantiene en el árbol de su personalidad caerán gloriosamente al suelo como hojas secas cuando el árbol desaparece. 


No busque lo mismo en otras aglomeraciones, como en un transporte urbano en hora punta, un aeropuerto o un atasco. Cualquier otra aglomeración humana está llena de individualidades. Los aeropuertos por ejemplo son sitios maravillosos, bellos y admirables, pero no valen para esto porque todo el mundo va cargado de individualidad, va a un sitio y viene de otro con un propósito muy claro y personal, en buena medida subrayado con su forma de vestir. Por eso me resulta fácil trabajar en mis asuntos en un aeropuerto, me siento cargado de individualidad. Lo mismo pasa en el transporte urbano, donde incluso puede distraerse examinando lo que cada persona pretende ser con su forma de vestir y comportarse. 


En un resort sólo hay almas desnudas que sólo están allí para glorificar el puro ser. 


Por cierto que hay algo en los hoteles que representa muy bien la vida. En cuanto aprendes a manejarte, a entender cómo funciona todo, entonces tienes que irte.




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