Prefiriría no hacerlo
Una cuestión muy relevante para un mejor conocimiento de lo que somos es la distinción que introducimos entre lo voluntario y lo involuntario. Lo involuntario es lo que pasa por sí mismo, desde el latir de nuestro corazón hasta una tormenta de verano, y por qué no, el mismo universo del que curiosamente somos parte, si es que se puede hablar de partes de universo, que no creo.
Eso se entiende bien. Lo perverso es lo voluntario, que sería lo que depende de la agencia libremente ejercida de nuestro yo. Si lo piensa es raro de narices. Si la acción es libre es indeterminada por independiente de sus antecedentes, y por tanto aleatoria en el más puro sentido de ser impredecible por desconocimiento de las causas, porque si fuera causado no sería libre. El sentido humano de lo voluntario implica una intervención en la naturaleza, regida por leyes férreas, de algo que para ello, para ser libre, debe estar fuera de la naturaleza, pero sin ser aleatorio.
Si usted lo entiende enhorabuena, duro con ello.
Lo malo es que esta distinción entre voluntario e involuntario importa [1]. Y es que introduce una frontera muy dolorosa en el mundo. Entre la parte en la que usted tiene influencia y en la que no, entre la parte del mundo en la que usted participa activamente [según usted cree] y la que viene dada con independencia de usted. Y eso crea inmediatamente una tensión…Ocurre un terremoto, una guerra. ¿Qué hago? Porque usted cree que no será lo mismo si usted hace una cosa o la otra, entre infinitas otras, muchas más de las que usted se imagina.
¿No sentiría entonces una liberación si le dijeran que olvidara la tensión y obrara de forma natural y espontánea sin deliberar, sin escoger, sin más razonamientos ni justificaciones? La liberación que parecen sentir los que han sido sometidos a la abrumadora tiranía de lo inevitable, como puede ser un bombardeo de tu ciudad. Alguien decía que la verdadera libertad era no tener que decidir. Paradójico cuando se suele equiparar libertad con libertad de elección. Lo que llamamos elegir no dejan de ser las incómodas duda antes de la decisión, que normalmente nos viene servida ya hecha y un poco fría desde el subconsciente. No es pues mala idea ahorrarse esos momentos de angustia, por ejemplo pensando que simplemente tenemos que dar el visto bueno a una decisión realizada en otras instancias, como monarca constitucional.
Dirá usted entonces que qué pasaría en el mundo si todos obraran con esa indolencia que parece que sugiero. Lo cuál es de una arrogancia insostenible. El universo no se ajusta a lo que yo haga. Lo natural es justo lo contrario, y es eso lo que quiero decir con estas notas, lo que yo hago es lo que hace el universo entero, sin quitar ni una estrella. Es más, me siento muy liberado de la responsabilidad de decidir el futuro de la humanidad, y de la comunidad de vecinos en particular. No hay que confundir un “nada que hacer” en el sentido de que el universo se ocupa de él mismo, que un “no hacer nada”. Se trata de saber en qué condiciones hacemos lo que hacemos, que no podría ser de otra manera de lo que hacemos.
Seguro que usted se sentiría mucho mejor y más de acuerdo con su naturaleza si considerara el universo como involuntario, si aceptara que lo que es no puede ser de otra manera de como es, usted incluido, porque usted es uno con lo que es, el universo. Lo que decíamos antes de las partes del universo, es que no las hay.
Lo que usted cree hacer no es distinto de lo que a usted le pasa, incluyendo en lo que le pasa sus mismos pensamientos y decisiones, porque lo que sea usted no puede ser distinto de lo que pasa, porque usted es una de esas cosas que simplemente ocurren.
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