Ser es un verbo
La imagen es una figura debida originalmente al gran físico John Archibald Wheeler. Se puede decir que es la letra U, inicial de la palabra universo. La versión que presento es de otra gran física, Marina Paris Ogayar, una contribuidora muy querida del blog hermano de fenómenos ópticos.
El universo empieza en el extremo superior derecho, y a medida que recorremos la U en el sentido de las agujas del reloj, cuando los relojes tenían agujas como las catedrales, va pasando el tiempo, apareciendo partículas, elementos, estrellas, planetas galaxias, la vida y por último los humanos, momento en el que se abre un gran ojo por el que el universo se ve así mismo, llegando a ver hasta su origen. Somos esa forma en la que el universo se hace consciente de sí mismo. No olvidemos que no venimos a este mundo, sino que surgimos de este mundo, como esa flor que tan oportunamente ha puesto Marina.
No somos el ojo, ni la mirada, somos el mirar, somos un verbo [1]. Lo único del universo que el ojo no puede ver es a sí mismo. Lo que somos nos resulta oculto en medio de la transparencia misma del ver, que ve todo menos la luz por la que ve. Sólo se puede ver frente a un espejo. Y los espejos son una fuente de misterios de lo que pueda dar fe el gran Narciso.
El verbo, la acción de mirar y ver, se convierte frente al espejo en un sustantivo, un objeto, el ojo que ve. Surge así un yo objeto, sustantivo y gramatical, narcisista de nacimiento, ilusorio, y extraviado, que se conoce sólo de vista.
Lo que ocurre no nos pasa a nosotros, si algo somos es el ocurrir, somos el estar pasando de lo que pasa. Ni lo hacemos, ni lo padecemos, lo somos por ser parte de ese universo que miramos, aunque no se debería hablar de partes del universo.
[1] Perdón por las resonancias bíblicas, qué menos, aunque el verbo bíblico creo que más que acción refiere al griego logos algo así como el principio que ordena la realidad digamos.
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