Impaciencias



En la estación de Zaragoza los trenes están siempre de paso. Observo un andén vecino con viajeros dispersos, distribuidos en total azar. En cuanto el tren se anuncia próximo, los futuros pasajeros se agitan nerviosos, se mueven a derecha o izquierda aleatoriamente, como si estuvieran dudando, casi sin mover los pies, una energía incontenible busca liberarse, cuando todavía no ha llegado el tren. En cuanto llega, a medida que se detiene, el movimiento azaroso empieza a tomar orden y se condensan racimos en torno a donde se apuesta que acabaran estando las puertas en el tren detenido. 

Todavía no se ha parado el tren y se oye por la megafonía: Tren con destino a A, andén B, salida inmediata. 

¿Salida inmediata? ¿Pero si todavía no ha abierto las puertas, si aún chirría la frenada? 

Sueño que la voz dijera: Ya ha llegado el tren que esperábamos, suban con calma, hay sitio para todos, no nos iremos hasta que estemos todos, nadie lo va a perder. 

En este viaje vamos todos juntos.        




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