Espiritualidad sin espíritus
Un fragmento más de El túnel del yo, ciencia de la mente y mito del sujeto, de Thomas Metzinger. En este se acerca a una idea de espiritualidad totalmente desligada de cualquier religión, y más cercana de hecho a la ciencia.
Las personas espirituales no quieren creer, quieren conocer. La espiritualidad se dirige claramente a una forma de conocimiento basada en la atención interna, la experiencia corporal, una forma existencial de autoconocimiento más allá de toda teoría y dogma.
La espiritualidad es una disposición epistémica de personas que buscan formas de conocimiento no teórico. Episteme es la palabra griega para conocimiento o ciencia; la «epistemologia» o teoría del conocimiento es una de las disciplinas filosóficas más importantes.
La disposición espiritual, entonces, involucra el deseo de un tipo especial de conocimiento. La meta no es la verdad en el sentido de posesión de la teoría correcta, sino una forma especifica de práctica. La forma de conocimiento buscada no es proposicional, no incluye sentencias verdaderas. Dado que no implica contenido intelectual, no es comunicable a través del lenguaje, es una forma de liberación existencialmente radical por la vía del conocimiento de uno mismo.
En esta entrada quiero situar el contexto en el que se mueven las entradas de este blog, y hacer un pequeña defensa de lo que a veces se quiere menospreciar bajo el término de autoayuda. Dice bien Metzinger que se trata del conocimiento de uno mismo y de su posición en el universo en un sentido sentimental que no viene implicado en las verdades físicas. No creo que sea necesario enfatizar el valor de conocerse, de observar uno sus mecanismos internos y que sea haga no a base de dogmas sino de pura y simple auto-observación. Es una especie de versión científica de lo subjetivo.
Nada hay en este tipo de autoconocimiento que remita a entidades fuera de la realidad física. No se trata del descubrimiento de verdades más allá de nada. El planeta tierra da humanos como un manzano da manzanas. Los humanos tenemos la capacidad de darnos cuenta, de estar abiertos al universo y a los demás. Pero siendo seres absolutamente naturales, no hay razones para atribuirnos un papel esencial, único o privilegiado.
No se trata de encontrar verdades, al contrario, es más bien desaprender, liberarse de costumbres, dogmas y teorías que se interpongan entre nosotros y lo que es. Eso que descubrimos que somos es inefable en el mismo sentido que no podemos explicar qué es color rojo o qué es el sabor dulce a nadie que no lo conozca por propia experiencia. Esta espiritualidad es eso, la experiencia de uno mismo.
Tampoco se trata de la búsqueda de un feliz estado beatifico o la solución de ningún problema. No se trata de que tenga ninguna aplicación útil. Puede llevarnos al dolor y al desconsuelo si eso es lo que hay, pero siempre será un lugar al que hay que ir.
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