No soy el que soy
Sólo me consuela descender todo lo que puedo en el ser hasta que no queda rastro de mí. Conócete a ti mismo para olvidarte de ti mismo. En el puro ser, en el yo que solo es percepción de estar vivo, mera interocepción y propiocepción, sin rastros de yoes ejecutivos, atencionales ni biográficos. En la pura percepción sin juicios, sin formas. Desde allí no encuentro otra razón para vivir que dos que no son razones: la belleza y el amor. Belleza recibida y amor entregado, porque pensar en el amor recibido es pensar en que lo traiciono tanto como no lo merezco.
Sólo quiero vivir para salir al encuentro anónimo, asomarme a los abismos de la otredad mía y ajena, más allá de nuestros yoes, hasta sentir el vértigo y la atracción irrefrenable de saber, entender y compartir, de llegar hasta los sótanos de las almas ajenas.
Siento más viva y valiosa cualquier vida que la mía, y añoro vivir errante y ermitaño en los demás más que en mí mismo. Me desprendo de todos mis yoes, de mi ideas, juicios y filtros para dejar sitio en mí a lo demás.
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