Tu forma de ser


No sé qué dentro de mí convoca tus recuerdos, ni qué episodio va a venir en cada momento llamado desde oscuros rincones de la memoria. Sea lo que sea, lo agradezco, cualquier momento contigo es un tiempo dulce. 

Hoy tu recuerdo era más una visión y venía con una experiencia de revelación brillante. No estaba a mi alcance entenderte, como no se puede entender el mar, el color rojo, ni la música de una tormenta de verano. Esa visión me ha hecho enormemente feliz, llenaba nuestra reunión de una riqueza que nos desbordaba. La situación me decía que maravillosamente no puedo hacer mía tu forma de ser, no admites explicaciones, no puedes ser aprendida por la razón sino sólo como experiencia pura. 

En el instante anterior a tu recuerdo me he visto arrasado por la realidad que me imponía la escena ante mis ojos. En un parque, troncos de árboles saliendo de la tierra verticalmente camino del cielo. La presencia de lo visto me ha arrebatado. Era una impresión directa en la que no mediaban mis sentidos. Yo no estaba. No había visto nunca nada igual, era inexplicable.

He sentido lo que Antoine Roquetin en La Náusea de Sartre ante la raíz del castaño, pero con la conclusión opuesta. Me ha absorbido una dichosa revelación de la materia, gozosamente contingente, sin razón y totalmente falta de sentido en su rotunda existencia por sí misma, libre de un yo dador de significados.

Entonces me ha venido tu recuerdo, en rápida sucesión de diferentes escenas penetrando por el camino que había dejado abierto la experiencia anterior. Estabas ante mí sin mí. Nada de lo que hacías y decías en los recuerdos que estaba evocando, tu forma de ser toda, nunca admitiría porqués ni justificaciones. Ningún análisis podría entrar, eran partes de un todo que no tenía partes. Puros hechos inexplicables, realidades por sí mismas fuera del tiempo y del espacio. 

Todo envuelto en deliciosa alegría, pura gloria del encuentro con tu realidad, libre de los filtros de mis sentidos y de mi mente. 

Felizmente no puedo entenderte, no podría nunca hacer mío nada tuyo, ni siquiera puedes ser tuya. Tan incondicionada que ni tú misma puedes saber lo libre que eres. Tu realidad no cabe en una historia, es inexplicable. El prodigio de la visión fue descubrir tu existencia   perfectamente acabada y libre, tan distinta a mí.

Pequeño epílogo: Naturalmente, el sentido en que se usa aquí la palabra entender no es el sentido de  empatía, respaldo, o compromiso. Todo lo contrario, se trata precisamente de mostrar que ese compromiso con el otro puede existir sin coartadas racionales. 

Curiosamente, preparando esta entrada he visto en un par de películas unas situaciones que parecen apropiadas al caso.    

La primera es Amor y amistad, menudo título, curiosa versión cinematográfica de la novela epistolar Lady Susan, de la grandísima Jean Austen. Despechada lady Susan porque su pretendiente Reginald De Courcy dude de ella le diceUn amante digno daría por hecho que hay motivos evidentes para mis actos, aunque no recuerdo esta frase en la novela. Lo comentado en esta entrada sugiere ir todavía más lejos, el amante más digno confiaría y respaldaría sus actos sin necesitar que existan motivos, conocidos o desconocidos.

La segunda es Corazón salvaje, de David Lynch, cuando Sailor le dice a Lula, con una prosa distinta de la salida de la pluma de Austen desde luego: Eché mucho de menos tu mente cuando estuve en el correccional, bicho, el resto de ti también, claro, pero el modo en que te funciona la cabeza es un misterio…Maravilloso poner por delante echar de menos su mente, cuando casi todo en el film se centra en ese otro resto. Y no hay duda en ningún momento de la película del amor de Sailor por Lula, y vice versa, contra todas las penalidades. 






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